viernes, 26 de diciembre de 2008

VICENTE CASTELL DOMENECH









ACUARELA 55X21





En la plaza de Clavé número 18, portón de acceso al barrio de San Félix, nació el 5 de mayo de 1871. Fueron sus padres Vicente Castell Martín y Teresa Doménech Peña. En la escuela del Real aprendió a la vez a leer y a dibujar. Fue su madre quien más pronto descubrió las condiciones innatas del niño como artista. Y de la academia de El Pipa lo trasladó al taller del pintor decorador Francisco Calduch Quico de Ros, donde aprendió que siempre hay alguien que paga por un buen servicio. Intuyó los sabores y la servidumbre de la obra bien hecha. Sus dotes le llevaron a la academia del profesor de dibujo, Eduardo Laforet, pintor costumbrista de excelentes obras, a través de quien Castell se relacionó con los Viciano, Carbó, Mundina y Pérez Olmos, y por el que se matriculó en la Academia de Bellas Artes de San Carlos, en Valencia, cursos 1891 y 1892-93. Vivió en una buhardilla del barrio del Carmen y allí aprendió, trabajó, sufrió y se forjó como hombre. Las dos primeras becas de la Diputación de 1.500 pesetas al año las estiró como pudo para sobrevivir siguiendo la estela de Gabriel Puig Roda, el notable pintor de Tirig, aunque su compañero de fatigas fue Ramón Stolz, nieto del escultor Viciano. Fue importante la aparición del mecenas de todos ellos, el hotelero Gaspar Cazador a quien le entusiasmaban los cuadros de gran formato. Descubrieron el primer deslumbrante luminismo de Sorolla y la pintura poética de Pinazo, pero en 1895 volvió a disfrutar de otra beca y consiguió el salto a Madrid, a la Academia de Bellas Artes. Y allí, claro, el Museo del Prado y el pálpito cercano de los grandes maestros, Velázquez, Goya, los bodegones de Zurbarán... -Les coses que més m´agrada són els bodegons de Zurbarán i tota l´obra de Velázquez, que és talment la teologia de la pintura. Es lo que cuenta a sus padres cuando regresa, antes de sus viajes finales a la San Jorge de Barcelona y después a Roma y París. A su regreso pintó su famoso cuadro Laparatomía, es decir, el cirujano Candela operando en La Salud, y descubrió una nueva faceta en la que destacaría de modo notable: los retratos de personajes famosos. También de aquella época entre dos siglos fue su gran éxito nacional Segadors Castellonencs (200 x 282) medalla de bronce en Madrid y hoy faro de belleza que ilumina desde el nuevo Museo. El día 21 de octubre de 1901 contrajo matrimonio en Lledó con Doloretes Soliva Calduch y se instalaron -vivienda y estudio- en la Avenida del Rey. Tuvieron tres hijos. Vicente Castell se integró en el ambiente artístico, social y festivo de Castellón. Y cuando estableció su academia en la calle de San Vicente y más tarde en la calle Cervantes, apareció su asombrosa fertilidad artística. Escultores, pintores, dibujantes crecían en nuestra ciudad como hongos. Y el maestro tenía que multiplicarse para cumplir los encargos: Retratos, cuadros de género, paisajes, bodegones, alegorías, ornamentaciones, carteles anunciadores, diseños de gaiatas, los famosos paneles del Instituto Ribalta, que alternó con farolets y carrozas para la procesión de penitentes y les festes de carrer; los espléndidos tapices para la Caja de Ahorros... Y mientras tanto, concejal del Ayuntamiento en 1923 con Ruiz Cazador de alcalde, director de la Escuela de Artes y Oficios, las ilustraciones para los libros de viajes de Carlos Sarthou Carreres y su importante producción pictórica para sus exposiciones de Castellón y de España. Y sus premios, cuatro medallas de Oro, una de ellas en México, de plata... y el hondo y hermoso retrato de Doloretes al final de sus días. En su muerte, el 18 de enero de 1934, la compañía y los versos de su joven amigo Bernat Artola que acaba de ganar su Premio Nacional de Literatura con Santoral: "La imagen inesperada / te acecha en la sombra esquiva / para clavar tu mirada / con su daga sensitiva..."

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